Buscando sobre fetiches y parafilias días atrás me encontré con la venta de ropa interior usada. Mi primera reacción fue de rechazo, pero me han surgido interesantes reflexiones respecto al tema.
Soy una persona bastante tiquismiquis así que el tema en si me da cierto asco, pero la verdad es que tampoco me resultan muy higiénicos ni apetecibles los besos con lengua y eso no me lleva a rechazar el concepto, ni veo nada malo en quienes lo practican. Hay muchas cosas que a mi no me gustan, tanto de carácter sexual como no sexual, y eso no significa que lo vea mal.
Me planteé si sería el tema del pago lo que rechazaba, como una forma de prostitución. Pero entonces pensé en la película Pretty Woman. Edward (Richard Gere) es un triunfador, un tipo con clase, un protagonista que no despierta rechazo sino en algunos casos incluso admiración, aunque recurra a la prostitución. El haber hecho eso no le define. Ahora imaginad que en lugar de contratar a una prostituta, se hubiese dedicado a comprar bragas usadas ¿No perdería encanto el personaje?
Vemos a Edward y podemos "entender" lo que hace y por que lo hace. Y ahí está la clave: tememos lo que no entendemos, o lo que la sociedad no entiende. Yo sinceramente no entiendo que ven las mujeres en los hombres, pero se que es parte de la normalidad social y por tanto no me preocupa. Otras actividades como puedan ser la masturbación, el sexo prematrimonial, la homosexualidad, la transexualidad,... todo ha sido rechazado en algún momento pero a medida que pasa a formar parte de la normalidad social lo vamos aceptando, aunque nosotros no lo practiquemos.
Y sin embargo, por muy tolerante que me sienta, mi primer impulso sigue siendo rechazar las cosas "raras". El único motivo que me queda es suponer que esas rarezas llevan aparejadas algo malo. El problema es el siguiente: cruzan la línea de lo socialmente aceptado situándose junto a otras actividades como la pedofilia, el acoso o la violación. Es fácil relacionarlo inconscientemente.
Y sin embargo no deja de ser una línea trazada arbitrariamente en la que nada tiene que ver lo bueno ni lo malo. Es como si viviésemos en una pequeña aldea rodeada de un bosque que nos diese miedo por el simple hecho de que no lo conocemos. Poco a poco vamos ganando terreno a ese bosque, pero por mucho que veamos que no hay nada malo en lo que ha ido entrando en la aldea, lo que aún no ha entrado nos sigue preocupando.
Yo rechazo mis propias parafilias. Hago conmigo esa misma asociación creo. Se que eso le ha pasado a algunas personas con la homosexualidad, y supongo que puede pasar con cualquier cosa que la sociedad rechace: que el propio involucrado no lo pueda aceptar. Es algo en lo que quiero trabajar, por que ahora mismo, aunque sepa esto, sigo sintiendo lo mismo.
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